6 anuncios que fueron virales antes de que existiera Internet

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Los contenidos virales son esos contenidos que se comparten de manera masiva y espontánea en redes sociales y que finalmente todo el mundo acaba conociendo y comentando. Cuando se trata de publicidad, la viralidad consigue que los anuncios multipliquen su alcance a gran velocidad, con un impacto muy superior al de cualquier anuncio no viral.

Pero mucho (mucho) antes del fenómeno de las redes sociales, la televisión nos dio grandes anuncios que ya sabíamos que eran especiales, aunque aún no existiera un nombre para definirlos. Anuncios que no dejaron indiferente a nadie, que fueron tema de conversación en ascensores y rellanos. Son anuncios que han superado incluso el paso del tiempo, haciendo de algunas marcas algo mítico. Hoy diríamos que fueron virales.

Porque yo lo valgo

Este eslogan de 1972 es reivindicativo, es empoderador, es retador, fue revolucionario y sigue estando de plena actualidad. Aquel año una jovencísima publicista americana, Ilon Sprecht, de la agencia McCann Erickson, ideó para L’Oreal el eslogan que debía justificar la diferencia de precio de su tinte, algo más caro que el resto. Pero aquel lema terminó convirtiéndose en un grito de guerra que ya tiene 40 años de vida y que conserva toda su su vigencia. Actualmente el eslogan de Sprecht se utiliza en los 130 países donde L’Oreal comercializa sus productos, traducido a sus correspondientes idiomas.

Tacita a tacita

A principios de los 80 la actriz Carmen Maura nos mostraba el valor del esfuerzo. Comprando café Monky, algo más barato pero tan bueno que su marido no notaba la diferencia, Maura lograba darse varios caprichos gracias al dinero ahorrado “tacita a tacita”. Aunque ya nadie recuerda la marca del anuncio, el eslogan fue muy repetido en su momento y sigue usándose para definir el valor de los pequeños gestos y del tesón.

Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo

En 1985 Camps era una empresa al borde del desahucio. Aquel año su recién nombrado director general, Manuel Luque, se colocaba ante las cámaras y realizaba un anuncio hablando en primera persona, algo inédito hasta entonces en este país. En el anuncio contaba que sus detergentes eran tan buenos y estaba tan seguro de su calidad que nos retaba a buscar y comparar y, en el (remoto) caso de encontrarlos mejores, comprarlos.

Su éxito fue arrollador. El anuncio sorprendió y fue tema de conversación durante mucho tiempo. Nadie quedó indiferente y el eslogan empezó a repetirse en la calle, llegando hasta hoy en día. El propio Luque ha contado años después que tuvo que soportar muchas bromas por aquella apuesta arriesgada, 100% inspirada en el estilo americano de hacer publicidad. Lo cierto es que, a raíz de aquella campaña, la empresa no sólo logró remontar sino que creció y otra compañía acabó comprándola por muchos millones.

A que llamo a mi primo…

En la década de los 90 el actor Sergio Medialdea encarnó durante tres años al primo cachas que bebía Zumosol y que acudía en auxilio de su primo pequeño. Desde entonces, no queda nadie que no haya amenazado con llamar a su primo de Zumosol en algún momento. En este caso el valor de la campaña es aún mayor porque el lema sigue vinculado a la marca a pesar del paso del tiempo. Incluso, años más tarde, se recuperó el personaje para un nuevo anuncio.

Aceptamos pulpo

En 1998 se vieron los primeros anuncios de Scattergories, un juego de mesa blanco y familiar. En pocos segundos un ingenioso storytelling te hacía saber cómo de divertido podía llegar a ser. Tanto, que los jugadores estaban dispuestos a aceptar la palabra pulpo como animal de compañía con tal de que el dueño no se enfadara y se llevara el juego, dejándolos sin diversión.

Hoy en día es la manera simpática de aceptar determinadas condiciones cuando la contraprestación nos merece la pena. Ni siquiera hace falta decir la segunda parte de la frase. Este anuncio tuvo otra variante que también se utiliza, pero menos: “aceptamos barco como animal acuático”

No tiene precio

Volvemos a la agencia McCann Erickson, 45 años después. En el año 2000 fueron los creadores de la campaña Priceless, No tiene precio, de Mastercard. Porque las cosas que sí tienen un precio te llevan a momentos únicos que son impagables. Y esos momentos, no tienen precio.

La campaña ha tenido 15 ediciones desde que se estrenó, superando la barrera de la televisión y entrando en la era de Internet y las redes sociales. Ha sido una campaña imitada, premiada y parodiada. Esto último ha multiplicado aún más su efecto viral de manera espontánea y gratuita. Un sueño para cualquier publicista. Aunque tú no vieras la televisión de los 80 y los 90 seguro que te ha llegado la onda de muchas campañas de aquellos años. Si sabes que en algún momento existió la colonia Chispas, si alguna vez has oído hablar de Jacks o tienes chica nueva en la oficina (y es divina), es gracias a esos grandes anuncios que fueron virales antes de Internet.

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